La visión del cielo en los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis es más de lo que el ojo puede ver o las palabras pueden describir, y la imagen final que crea es mayor que la suma de todas sus partes. Es un excelente recordatorio de que la vida no gira en torno a nosotros, sino que gira en torno a Dios. Todas las cosas terrenales pasan a un segundo plano cuando estamos con Juan al borde de la impresionante presencia de Dios y Su Cordero, que son dignos de toda alabanza.