En Romanos 5:12-21, Pablo esboza el profundo contraste entre Adán, cuya desobediencia condujo al pecado, la muerte y la condenación universal, y Jesucristo, cuyo acto sacrificial trae gracia, justificación y vida eterna. Aunque todos nacemos bajo el legado de pecado y separación de Adán, a través de la fe en Jesús, podemos pasar a un nuevo legado, uno de gracia, justicia y vida eterna. Este pasaje ilustra magníficamente que no importa cuán grande sea el pecado, la gracia de Cristo superabunda, ofreciendo redención y transformándonos de seres caídos a receptores del favor divino.