Sin excusas en el juicio de Dios
El juicio de Dios es igual para todos, sin importar de dónde seas o qué origen cultural tengas. Es una llamada de atención que nos dice que todos somos responsables por nuestras acciones. Pablo, en Romanos 2:1-16, nos pide que miremos hacia adentro, que dejemos de fingir y que aspiremos a una vida genuinamente buena. El mensaje nos recuerda que nadie tiene un pase especial; todos somos juzgados por lo que realmente hacemos. Exploremos cómo podemos tomar mejores decisiones y transformar verdaderamente nuestras vidas con la ayuda de Dios.