Todos hemos experimentado conflictos en nuestras vidas. Ya sea una disputa con nuestro cónyuge, un desacuerdo con un colega o una discusión con un amigo, los conflictos pueden ser dolorosos y perjudiciales para nuestras relaciones. Y en ningún lugar ha sido esto más cierto que en el cuerpo de Cristo. Los conflictos dentro de la Iglesia surgen de nuestros deseos y motivos egoístas, y la verdadera humildad y la sumisión a la voluntad de Dios son las claves para superarlos.